diumenge, 27 de maig del 2012





                                      
El novela de los Años 40.


El teatro de la primera posguerra cumplió básicamente dos funciones: entretener, pues el público prefería el
esparcimiento a la evocación de la tragedia reciente, y transmitir ideología. Así se negaron las aportaciones más
relevantes de la preguerra, como el teatro de Valle, Lorca o Alberti; se estrenaron obras que exaltaban los valores de
los vencedores y se programaron autores clásicos (Peribáñez, Don Juan Tenorio...), como referentes de épocas
gloriosas. Se estableció un férreo control sobre las obras nuevas y los repertorios, ocasionando la consiguiente
autocensura de los dramaturgos. Pese a ello, la actividad teatral fue muy abundante, aunque en general mediocre. En
toda esta producción cabe señalar las siguientes tendencias:

· La comedia burguesa, en la línea del teatro benaventino. Cumplió la función de entretener y educar mediante
el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción y por su intrascendencia, con dosis de humor y
ternura. Sobresalen los temas del amor y la exaltación de la familia, el matrimonio y el hogar, con personajes
mayoritariamente burgueses, como su público. Autores y obras son, además del propio Benavente: José María Pemán
(Los tres etcéteras de don Simón, Callados como muertos); Joaquín Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid, La
visita que no tocó el timbre); Juan Ignacio Luca de Tena (Don José, Pepe y Pepito, ¿Dónde vas, Alfonso XII?); Víctor
Ruiz Iriarte (El puente de los suicidas);

· Este tipo de comedia experimenta un éxito notable durante la década de los sesenta, donde alcanza un alto
grado de evasión. Los autores más representativos de esta época son: Alfonso Paso, Jaime Salón, Jaime de Armiñán,
Álvaro de Laiglesia, Juan José Alonso Millán, autores, sobre todo, de comedias de gran éxito en las que, además del
natural tono humorístico, se destila, a veces, una suave crítica social que la apertura de la censura fue permitiendo con
el paso de los años.

· El teatro humorístico, en el que destacan dos autores: Enrique Jardiel Poncela, con sus comedias de
humor inverosímil, llenas de personajes en constante movimiento, lo que induce a la risa. Representan una sociedad
feliz cuyos objetivos son el amor y el dinero. Entremezcla en ellas el humor verbal (chistes, retruécanos...) y el de
situación (hechos ilógicos, disparatados). Ya tuvo éxito en la preguerra con títulos como Angelina o el honor de un
brigadier. Obras suyas de este período son: Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada,
Los habitantes de la casa deshabitada... Y Miguel Mihura, cuyas comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana,
la vaciedad de los tópicos y las convenciones sociales que impiden al hombre ser feliz. Distorsiona la realidad por
medio de la imaginación y la fantasía poética, y gusta de los asuntos policíacos. Al igual que Poncela, se convierte en
un precedente del teatro del absurdo.Su obra más conocida es Tres sombreros de copa(estrenada en 1952)